Mi viaje a Roma


Aquel verano del año 2016 decidí viajar a la capital italiana, Roma, junto a mi pareja. El viaje en el avión fue ínfimo ya que descansamos durante el vuelo. Al llegar a la capital pude contemplar un lugar, que me transmitía familiaridad, una ciudad muy similar a mi tierra. Sin embargo, en esa situación de ceguera aún no imaginaba lo diverso que se ocultaba tras esas calles llenas de historia y que pronto descubriría al explorar los secretos de tal bella ciudad... A medida que me abría camino entre las escondidas callejuelas de la ciudad, pude contemplar una ciudad mágica que se debatía entre la antigüedad y el presente, un lugar donde los restos arqueológicos y la gastronomía te atrapaban y te aturdían en cada esquina. Su pizza al taglio, su pasta, sus helados... Aún se me hace la boca agua al recordar tan deliciosos manjares. Sin embargo, nada que ver con la visita tardía a la Fontana di Trevi, que más que espectacular fue mágica. Sin duda no esperaba encontrar tal maravilla después de pasear toda la tarde por la calle comercial denominada Via Corso. Aunque la Piazza del Popolo y la Piazza Spagna no se quedaban atrás, algo verdaderamente fastuoso. Igual de fastuoso me pareció el Coliseo aunque no menos espectacular las diferentes construcciones, tanto templos como monumentos varios que decoran dicha ciudad. Así pues, no encuentro mejor forma de describir esta ciudad, que como un gran mejunje mágico en el cual se fusionan lo antiguo y lo nuevo. O como me gusta denominarlo haciendo una variante de Antonio Gramsci: El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surge... ROMA!

Arrivederci.
-EL POETA INCOMPRENDIDO-

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