La dulce infidelidad

Aquella mujer de brillante sonrisa y ojos acaramelados llamó mi atención. Con una mueca sencilla pero rotunda me indicó el lavabo de aquella cafetería. Me levanté discretamente y me dirigí hacia el servicio. A los 10 minutos se abrió la puerta del lavabo y ella se me tiró encima como si yo fuera su marido. Sin embargo, no era así, su marido aún esperaba sentado terminándose el café.

-EL POETA INCOMPRENDIDO-

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