De nuevo vuelvo a entrar en ese bar, el cual tiene un carácter familiar y amigable, de aspecto amaderado y agradable. Me vuelvo a sentar en la segunda mesa empezando por el final. Como habitualmente, pido una buena jarra de cerveza, bien fría. A la mitad de mi copa entra ella, una mujer morena de rasgos amables y de figura atlética. Yo la miro embobado y totalmente incrédulo. Ella me mira y me dedica una sonrisa de oreja a oreja. De repente, noto unos golpes consistentes, pues me había dormido de las cervezas que había ingerido. Entonces entendí que nada de lo anterior había ocurrido... El alcohol me hizo soñar y delirar.
-EL POETA INCOMPRENDIDO-
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu tiempo.